martes, 9 de septiembre de 2008

Materias frágiles

El resto de aquella tarde, el Pijoaparte anduvo vagando como un perro enfermo por la playa y el pinar, en torno a la Villa. La Lola nada pudo hacer por recuperarle. De nada sirvieron sus continuas llamadas de hembra rechazada y ahora sumisa que está empezando a comprender que el sexo masculino está hecho de una materia mucho más cándida, soñadora y romántica de lo que ella creía; algo oscuro y difícil adivinó, en efecto, viendo la infinita tristeza que de pronto velaba los ojos de su compañero, algo intuyó acerca del porqué la actividad erótica puede ser a veces no solamente ese perverso y animal frotamiento de epidermis, sino también un torturado intento de dar alguna forma palpable a ciertos sueños, a ciertas promesas de la vida. Pero era ya demasiado tarde, y sólo obtuvo una mirada ausente y unas manos distraídas, frías y extraviadas, que recorrieron su cuerpo un breve instante y luego se inmovilizaron. El pensamiento de Pijoaparte, sus deseos, estaban muy lejos de allí.
Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa

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