lunes, 25 de diciembre de 2006

Las tres heridas









Porque fue hablando de Tàpies que P. me contó aquello de Cirlot: que una herida es siempre una herida, sea en la carne, en la madera o en la vida afectiva. Y porque semejantes comentarios valen más que toda la palabrería que suele acompañar las exposiciones, los guardo en pañuelo de felpa y siempre cerca.

La rodilla está fea, pero es hechizante. Liberada del vendaje, la sangre ha ido fluyendo, desordenada y muerta, pierna abajo. Va dibujando serpientes nuevas cada día. Es todo aparatosidad superficial, cambio de piel. Como si una mano callosa y gigantesca se hubiera cerrado sobre la rodilla y la hubiera arrancado de un golpe seco, haciendo crujir la carne convertida en arenilla, para dejarla caer después sin orden ni concierto, como Pollock con sus pinturas.

La metáfora: de cómo me alejo de A y nublo la vista para encontrar una estructura esencial que me permita descender a B y que todo encaje. La triple herida de Cirlot (la de la carne, la de la materia, la del alma) - la triple herida de Miguel Hernández (la del amor, la de la muerte, la de la vida).

1 comentarios:

Anónimo dijo...

En otra de mis conversaciones espirituales con mi mecánico, él me dijo:
"Heridas hay de dos clases: las que han aparecido, y las que van a aparecer"