martes, 20 de marzo de 2007

ZP, retrato en negro (ii)

Un análisis sobre la imagen de J. L. Rodríguez Zapatero proyectada desde las páginas del diario El Mundo.

Lee antes el primer post de la serie sobre ZP (o, si te da un poco de palo leer sobre política y medios, enfréntate al tema de otra forma).

SU FORMA DE HACER POLÍTICA

Si bien repasando y analizando los adjetivos y calificativos que acompañan a Zapatero es posible dibujar ya un cierto perfil de la imagen que de él presenta El Mundo, es mucho más interesante dar un paso atrás e intentar centrarse en las macroestructuras del discurso. Atendiendo más al conjunto que al detalle, podemos captar como el tono oscila entre la ironía, el desprecio y el resentimiento, como la escritura literaria se emplea con demagogia y, lo más interesante para este estudio: que los vicios y defectos que se le achacan al presidente son, en realidad, unos pocos –pero bien explotados-, de forma que la imagen que se perfila en la mente del lector es clara, sucinta… y maquiavélica.

Así, hemos aislado cinco características que se atribuyen a Zapatero, relacionadas con su modus operandi, y que a base de reiterarse dibujan un personaje caricaturesco, de rasgos deformados: un hombre con ansias de grandeza, soberbio, individualista, que vela sólo por sus intereses, con nulo respeto por la necesaria transparencia democrática, mentiroso y calculador. El perfecto retrato de un villano, en definitiva. Así pues, hemos agrupado toda la retórica vertida sobre su persona en los cinco grandes rasgos siguientes: talante, parcialidad, grandilocuencia, el oscurantismo y la imposición.

El talante, o ZP el arlequín extravagante

La conocida política del talante de Zapatero, caracterizada por el tono moderado de la voz, las palabras suaves, la sonrisa como carta de entrada, etc., es uno de los flancos de ataque en el diario. Cuando Zapatero era candidato a la presidencia del gobierno, esa actitud le valió el mote de Bambi; se le consideraba un oponente poco agresivo y, por tanto, inofensivo. Pero una vez convertido en presidente, Zapatero mantuvo las maneras (escribe Umbral sobre su sonrisa: “creíamos rasgo juvenil y dulce, pero él resiste”). Desprovisto de su carácter positivo, el talante se considera una pose impuesta, una actitud calculada y exagerada en busca de la atención/adulación, que le lleva cada vez a pronunciamientos más aventurados para ganarse el favor y la simpatía de determinados grupos sociales.

Algunos ejemplos de ello, extractos de los articulistas del diario:

  • Pero que nadie se engañe, Zapatero tiene una acreditada trayectoria y una reconocida fascinación por la escenografía, por la imagen y la representación. Pero, como ocurre en otros órdenes de la vida, lo que aparentemente sería una virtud para un comunicador público como él, cuando se incurre en el abuso y uno se muestra sobrado, ese pretendido talento puede convertirse en un peligroso vicio (…). En mi opinión, lo que ocurre es que existe una deliberada intención en ZP por identificarse con iconos, imágenes y, en definitiva, con una estética propia de una determinada juventud que se viste para el combate.
  • Se lo pasó genial. Más allá de la búsqueda de imágenes, fotos o estrategias de marketing electoral, nadie puede dudar de que a José Luís Rodríguez Zapatero le va la calle.
  • Cualquier extravagancia, cualquier provocación paleta, cualquier boutade de panfleto preuniversitario, no sólo es posible sino probable.
  • Sus apuestas son cada vez más temerarias, sus faroles, más escandalosos.
  • [Ahora comprenderá que] con sus posturitas no está epatando a nadie, sino creándose un entorno de gilipollez que ya no rinde crédito, sino que le convierte en el gran desacreditado.
  • Le gusta hacer tratos en los viajes, dejar en el aire la rúbrica de su decisión, y esto quiere decir que opta siempre por los convenios volátiles, fugaces, de los que le parece a él que no dejan huella ni rúbrica en las nubes (...) que sólo le llevan a perder amigos.
Viñeta firmada por Ricardo el 24.7.06. Zapatero, adornado con el pañuelo palestino que le alargaron unos jóvenes en Valencia, mira avergonzado a Rajoy, con la kipá judía.









La parcialidad, o “lo bueno para mis amigos”

El segundo rasgo con el que se caracteriza a Zapatero es la parcialidad: el famoso “café para todos” ligado al gobierno socialista se ha transformado en todo lo contrario. En el ZP que construye El Mundo el presidente lo es sólo para unos cuántos, y gobierna y legisla sólo en beneficio propio y de los suyos sin tener en consideración la opinión de grandes masas de población.

¿Quiénes son los suyos? Mayoritariamente se le acusa de beneficiar al PSC, argumentando que Maragall le ha hecho pagar la factura debida por el apoyo que recibió de los socialistas catalanes en el Congreso del PSOE que lo encumbró como Secretario General del partido, poder delante de José Bono. Se le acusa también de “decisionismo” (término acuñado, según el diario, por Felipe González, pero no para aplicarlo a Zapatero, huelga decirlo). El “decisionismo” vendría a ser la política de legislar/decidir/actuar ad hoc según convenga a las circunstancias, sin referentes ni precedentes claros.

  • Zapatero está amontillado, ¿quién lo desamontillará?
  • Hablar del «interés general» cuando en la práctica se está entregando a una mafia político-empresarial - la presa exigida y definida en el Pacto del Tinell- no es sino uno de los vacuos sarcasmos que el presidente viene enhebrando en estos días.
  • Los manes del indomable pueblo catalán le acogen benévolos entre un coro de canciones y poemas, mientras aguardan a que entregue el oro de la financiación, el incienso del reconocimiento de su identidad como nación y la mirra de la imposición obligatoria del catalán.
  • [Más hubiera valido mantener Endesa en el sector público español que traspasarla así a un] camuflado sector público catalán, justo cuando tantas otras cosas -¿verdad, queridos salmantinos?- se trasfieren también a Cataluña.
La grandilocuencia, o ZP el solitario iluminado

Éste es uno de los aspectos que más críticas le ha valido a Zapatero: de los textos de El Mundo se desprende que el presidente español pretende hazañas que están más allá de lo posible, pecando, en primer lugar, de soberbia, por creer que va a solucionar los grandes males del país (y del mundo, si cabe) allí donde otros han fracasado. Zapatero quiere abarcar campos de acción muy amplios, sobre todo en el terreno internacional, y eso le ha merecido el sobrenombre de Mahatma Zapatero. Esa soberbia implica a la vez –siempre según el diario- un desprecio por los que se enfrentaron antes a los mismos dilemas y fracasaron. De ese discurso va surgiendo un aura de iluminado alrededor de Zapatero, pero más en la línea de “loco majadero” que de “gran salvador”. La tinta, en este caso, viene cargadísima de ironía, estocadas literarias y mucho, mucho sarcasmo:

  • Solucionado el problema del agua en el tiempo que tarda en persignarse un cura loco, Zapatero se apresta con la misma diligencia a resolver los últimos flecos del perenne desafío económico español, tal que el paro endémico y la inflación, antes de solventar en unos meses asuntos de tanta enjundia como la articulación del Estado y el problema territorial, contra el que se estrellaron generaciones de españoles peor pertrechadas de genio e ingenio que él. De nuevo aleluya. Estamos ante un tipo con suerte. La baraka de Felipe González era una broma comparada con la potra de Zapatero.

Idígoras y Pachi ironizan sobre el desmesurado optimismo y confianza del que hace gala el presidente en lo que a resolución de problemas complejos –en este caso, ETA- se refiere. Publicada el 26.3.06


  • Zapatero prometió resolver de un plumazo el problema del agua en España, y con la misma gallardía solventar asuntos tan peliagudos como la cuestión territorial. Eufórico con las cifras macroeconómicas, escondió la realidad de un país abocado a una crisis que los expertos ven ineludible.
  • En Moncloa, Zapatero ha dicho modestamente que él no ha hecho otra cosa que trasladar las ideas de su abuelo, salvajemente asesinado por las hordas fascistas, al plano internacional, con el asesoramiento y respaldo de Pepiño Blanco y el visto bueno del grupo mediático adicto. Después de tantos años en que las grandes potencias se estrellaron con el nudo gordiano de la situación en Oriente Medio, ha tenido que encender Zapatero la lucecita de Moncloa para enseñar a los políticos mediocres el camino a seguir.

Cualquier rasgo, magnificado, puede convertirse en algo risible y grotesco; esa es la base de las caricaturas, y ésa es la manera de enfocar de El Mundo. La grandilocuencia de Zapatero es considerada palabrería altisonante, alejada de la realidad del ciudadano de a pie:

  • En el universo Zapatero cuentan únicamente los grandes números, los grandes conceptos: la Nación de Naciones, la Alianza de Civilizaciones, el Proyecto Gran Simio y otras formas de puro vacío cósmico [y no los problemas económicos mundanos: hipotecas, falta de vivienda, mendigos, etc.].

El oscurantismo, o “cuando lo tenga arreglado os aviso”

  • Arquetipo del «dime de qué presumes y te diré de qué careces», llegó con la boca llena de democracia, de transparencia y de promesas tales como la de hacer del Congreso el centro de la vida política, pero todo lo importante que sucede -desde el pacto con CiU hasta la negociación con ETA, pasando por el mísero acuerdo sobre pensiones firmado esta semana sin convocar el Pacto de Toledo- ocurre lejos del Parlamento, en el mayor de los oscurantismos.

Ese párrafo vendría a resumir otro de los rasgos que le cuelgan del cuello a ZP: el oscurantismo. Es decir, una manera de hacer política que tiende a negociar lejos de las cámaras y los medios, que va actuando por motu propio y sin pedir opinión a nadie, a la sombra, para hacer los hechos públicos cuando el asunto está ya zanjado. Por eso dicen de él que está “instalado en una política de hechos consumados, en su viaje hacia la incertidumbre”, porque nadie sabe qué planea mientras lo planea.


Ricardo, 27.3.06. Zapatero invita a Rajoy a que se una con él en el llamado proceso de paz para la desintegración de ETA. El humorista retrata este proceso como una montaña rusa, un camino tortuoso, lleno de virajes y sin lógica aparente.

Y cuando dicen nadie no se refieren al pueblo español –siempre algo perdido, ya se sabe-, ni siquiera al Parlamento: ni siquiera sus propios ministros parecen tener conocimiento de lo que se trae entre manos el presidente.

  • [ZP sigue su] política de la cuaderna vía zapaterista, que consiste en no fiarse ni de su sombra y en no decir nada a nadie, convencido como los clásicos del mester de que no debe uno mostrarse llano con las personas viles. Todo el problema nacional está en la cabeza de una sola persona. «Él tiene todas las piezas», reconoce algún diputado.
  • Como explica un destacado barón socialista, el presidente tiene tanta confianza en sí mismo que prefiere asumir la resolución de los problemas antes que delegar.

O como en este otro caso, donde se volvía a enfatizar claramente el carácter acaparador de poder del presidente, y que no procede de una columna de opinión, sino de un artículo sobre economía:

  • El insólito protagonismo de José Luís Rodríguez Zapatero en la OPA sobre Endesa ha reavivado la preocupación de miembros del Gobierno por la sobreexposición del presidente y la excesiva asunción de riesgos personales.
  • Felipe Sahagun comparó en un artículo el proceso político que vivió la URSS durante la Perestroika de Gorbachov con los cambios que había experimentado España desde la subida de Zapatero al poder. Su conclusión es que ambas compartían ese halo oscurantista, y recordaba que, a la postre, los ciudadanos de la URSS vieron cómo su país se desmembraba y caía del podium de poder mundial por culpa de la gestión del presidente soviético, sugiriendo claamente que España se encamina hacia un futuro parecido.
  • El secretismo, la confusión, las ambigüedades calculadas, las sorpresas, los cambios sobre la marcha, el lenguaje enigmático y el retorcimiento de las palabras rodean a las dos perestroikas del mismo aroma alucinógeno y producen hoy en España una sensación de vértigo y temor muy parecida a la que sentimos en su día con la URSS de Gorbachov.

También en esta caracterización de Zapatero como hombre poco honesto y de escasa transparencia política, puede observarse este extracto que pertenece –una vez más-, a un artículo de economía. La pieza sobreexcede claramente su objetivo informativo:

  • Aunque la gran regularización acabó en teoría hace más de un año, el Gobierno sigue otorgando con prodigalidad nuevos permisos de residencia (…) Como es obvio, este dato se colgó en la web de Trabajo este mismo jueves, con dos meses de retraso, y una vez cumplido el debate sobre la salud de la Nación, no fuera a ser que se enterara el PP.

Que vendría a decir: aunque oficialmente se dice X, el gobierno hace Y (y lo hace, además, “con prodigalidad”: la desobediencia no es sutil, sino flagrante). El dato se colgó con retraso, “como es obvio”: no se puede esperar otra cosa de este gobierno. Pero el posicionamiento es aún más temerario y añade la causa de por qué ese dato se colgó con retraso: no se trató de un error humano, de un despiste, de una gestión ineficaz, no; el dato no se colgó porque “no fuera a ser que se enterara el PP”.

La imposición, o “lo tomas o lo dejas”

Después de haber analizado los otros apartados, éste se presenta casi como una deducción natural, o más bien, como una añadidura coherente con el resto del retrato: Zapatero, un hombre soberbio, grandilocuente, que gobierna oscura y parcialmente, implanta sus propuestas por imposición. No hay diálogo, no hay negociación, no hay consultas.

  • No entiende la negociación política en clave de transacción, de cesión recíproca en beneficio de un acuerdo en positivo, sino como una mera herramienta de estrategia partidista, una maniobra en negativo que pretende exclusivamente obtener un beneficio propio en perjuicio del adversario.
  • Zapatero no concibe el consenso como fruto de un esfuerzo compartido, sino como un «o lo tomas o lo dejas y, si lo dejas, atente a las consecuencias». El suyo es un consenso paradójicamente intolerante, es decir, ni es consenso ni nada que se le parezca.

Las acusaciones por imponer políticas se han oído cada vez que aprobaba una reforma que no complacía al diario: con los matrimonios homosexuales, con las negociaciones con ETA y, más recientemente, con las horas de docencia en castellano de las escuelas catalanas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Ves cómo el rollo politiqueru atrae a los visitantes? Y en cuanto añadas algo de información reservada que sólo tú tienes y que compromete a màs de uno...