sábado, 12 de junio de 2004

Abandono de la edad lírica

Pues sí: desde luego, terrible y compleja adolescencia, oscura, vanidosa y melancólica juventud. Con los días he ido encontrado en mis lecturas varias claves, interpretaciones similares. Viéndolo desde ahí uno tiende a perdonarse o, cuando menos, a reírse de lo propio y volverse mucho más humilde. Kundera (cómo no) explicíta el tema en la que fue, además, su primer novela, la de juventud, la inmadura (juas): "La broma". Imagino que luego, superado, el tema tomó ligereza y se perdió la necesidad de hablar de ello.

"En aquella época no era capaz de sentir por él más que odio, y el odio produce una luz demasiado fuerte, en la que se pierde la plasticidad de los objetos. Veía en el comandante simplemente una rata vengativa y traicionera, hoy lo veo ante todo como un hombre que era joven y actuaba. No es culpa de los jóvenes el que actúen; no están hechos del todo, pero se encuentran en un mundo que ya está hecho y tienen que actuar como "hechos". Por eso utilizan rápidamente las formas, los modelos y los guiones que más les gustan, que se llevan, que les sientan bien -y actúan". "La juventud es terrible: es un escenario por el cual, calzados con altos coturnos y vistiendo los más diversos disfraces, los niños andan y pronuncian palabras aprendidas, que comprenden sólo a medias, pero a las que se entregan con fantasimo. Y la historia es terrible porque con frecuencia se convierte en un escenario para inmaduros; un escenario para el jovencito Nerón, un escenario para el jovencito Napoleón, un escenario para masas fanatizadas de niños, cuyas pasiones copiadas y cuyos papeles primitivos se convierten de repente en una realidad catastróficamente real. Cuando pienso en ello se me revuelve todo mi orden de valores y siento un profundo odio hacia la juventud - y por el contrario me siento paradójicamente inclinado a perdonar a los criminales de la historia en cuya criminalidad de pronto no veo otra cosa que la horrible dependencia de la inmadurez".

Luego sigue, ya más centrado en la propia experiencia:

"Yo solía decir para mis adentros, con cierta satisfacción, que Lucie pera para mí algo abstracto, una leyenda y un mito, pero ahora comprendía que tras estos tres términos poéticos se ocultaba una realidad nada poética: que no la conocía, que no la había conocido tal como era, como era en sí misma y para sí misma. No había percibido (en mi egocentrismo juvenil) nada más que aquellos aspectos de su ser que se orientaban directamente hacia mí (hacia mi abandono, hacia mi falta de libertad, hacia mi ansia de ternura y de amabilidad); no había sido para mí más que una función de mi propia situación vital." "Pero yo no lo supe y le hice daño a ella y me hice daño a mí. Me invadió una ola de rabia contra mí mismo, contra la edad que tenía entonces, contra la estúpida edad lírica en la que el hombre es para sí mismo un misterio demasiado grande como para que pueda dedicarse a los misterios que están fuera de él, la edad en la que los demás (aún los más queridos) no son para él más que espejos móviles en los que ve, asomrado, sus propios sentimientos, su propia emoción, su propia valía".

0 comentarios: