viernes, 5 de enero de 2007

¿Le importa si se lo echo aquí?



Hay días para arrasar el mundo. Pocos, muy, muy pocos, pero hay días que sí. Que todo se reduciría a aniquilar la realidad circundante y todo lo que se ponga a tiro, el impulso es energía destructiva que brota del pecho y que quiere barrerlo todo. Putos días de mierda como hoy. Recuerdo días de tristeza hondísima, de dolor, de ausentismo vital, de… otras cosas, pero hay pocos como éste. Necesidad imperiosa de destruir. Supongo que son estos estados los que llevan a la gente a cometer locuras. Los cables se cruzan, suena un “clic”, y la desgracia está servida.

Me han alargado la baja hasta finales de mes. No, no, ya sé, pero es que no sois conscientes de qué quiere decir eso exactamente. Hay que tener cosas en cuenta. Las circunstancias, por ejemplo: yo estaba saltando con lo puesto de una orilla a otra y me han pillado a poco de saltar y me han dicho “quieta”. “Espera”. ¿¿Cómo que espere?? ¿¿¿Pero no ve que estoy en el aire y sin red??? “Espera”, me dicen. Yo, que andaba zumbona, dando tumbos y sin rumbo, yendo y viniendo, tanteando por encontrar un cabo de ovillo, como loca, casi siempre huyendo. Llega la ruleta y me dice que quieta.

Esta noche he soñado que era madre. Tenía una hija. Reía, reía… Preciosa. Reía y me trepaba. “Ser madre era esto”, pensaba. Tan fácil. Y yo siempre con tantas reticencias, y sólo era esto. La noche ha sido toledana, fraccionada, interrumpida, mal asentada. Los días pierden límites y el tiempo son fragmentos diminutos mal ordenados y repitiéndose sin mucho sentido. Café, galletas, telefonillo, la bata roja. El trabajo de la uni, hay que sacar el trabajo de la uni como sea, Judith, va, como sea, pero qué decir, siempre qué decir, si todo es obvio. Obviedades, entonces, pero escribe. Pero no, Judith no escribe, Judith ordena. Recorta frases, organiza árboles temáticos con títulos divertidos y lo ordena todo por timbres. Recorta caras, y las ordena por género o contenido. Recorta vídeos, y sobrescribe el pasado para hacer un montaje coherente. Cuerdas de guitarra, la bata roja, el ibuprofeno. Silencio del mundo. Ganas de salir corriendo, como en La lentitud de Kundera, correr, sólo correr. Querer que todo el mundo lo entienda todo sin tener que explicar, aburrida de explicar, porque todo está tan dicho, pero no, el muro, siempre el muro. Y esta rodilla que no dobla, y el puto sistema sanitario, como todo, lento e inepto, lento e inepto, y yo aquí anclada. Y cada vez más ganas de correr y dejarlo todo atrás. Y los niños en la calle con los reyes.

Sigh.

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