lunes, 6 de agosto de 2007

Quieta

Su mente se detuvo. Así como el físico del "Hombre de Cera" quedaba inmovilizado en la postura en que los demás le situaran, la actividad intelectual de Alicia quedó paralizada en ese pensamiento. El razonar equivale a mover la mente. Pues bien: Alicia no razonaba. Su entendimiento se posó en el punto dicho y allí quedó agazapado como una liebre encamada, como un animal que sabe que en la total quietud está su mujer defensa para no ser visto por el cazador o por la fiera al acecho. Y ella necesitaba protegerse en este nirvana (en este no-pensar) para que la inmovilidad intelectual le sirviese de añagaza defensiva fente a un animal feroz que la acosaba de cerca: la idea terrible de aceptar como un hecho cierto su propia locura.


Torcuato Luca de Tena: Los renglones torcidos de Dios.

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